El escritor Joan Fuster (Sueca 1922-1992) es el principal gurú del pancatalanismo antivalenciano. Defendió que los valencianos no tenemos lengua ni cultura propias, que somos catalanes y pertenecemos a los países catalanes. De la Real Señera dijo que era la bandera “sólo de la ciudad de Valencia”, del Himno Valenciano que era “una mierdecita”, de la paella que era “una comida de pobres”, de las falleras que son “un poco pendones” y de su propia ciudad, Sueca, que lo mejor que se podía hacer con ella “era pasar de largo”. En su funeral su ataúd fue envuelto con la márfega catalana y se oyeron varios “¡Viva Cataluña!”. Su valencianofobia recibió muchos premios y honores por parte del catalanismo oficial.
Pero la vida de este ilustre traidor al pueblo valenciano es una caja de sorpresas. Muchos de sus seguidores lo veneran por su ideología supuestamente izquierdista y progresista pero ignoran que en su juventud Joan Fuster estuvo afiliado a la Falange. Así, el de Sueca pasó del fascismo español más rancio y cavernícola al fascismo catalán más imperialista y valencianófobo. Además, el autor de Nosotros, los valencianos (Nosaltres, els valencians en catalán) se labró en su pueblo fama de alcohólico, sodomita, efebomaníaco y putero. Si un ídolo es el espejo en el que anhelan mirarse sus admiradores para tomar ejemplo, entonces la integridad personal, intelectual y moral de los fusterianos deja bastante que desear.
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